jueves, 11 de noviembre de 2010

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Todo el día había lamentado la decapitación de la escultura de la Sirena Costeña, en Acapulco. Pensaba en lo agresiva y terrible que es -también- la violencia simbólica y en la necesidad de combatirla con tanta fuerza como aquella en la que se agrede directamente a una persona o comunidad. Pero hace unos minutos me encontré una nota sobre un niño sicario que tiene 12 años y conforma una célula criminal con sus dos hermanas, en Morelos. Y aunque se me ocurren muchas cosas, no quiero escribir más que: siento que todo 'esto' ha dejado de sorprenderme, ahora sólo me deprime. ¿Será colectiva esta percepción?

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