domingo, 12 de septiembre de 2010

Mucho ruido y pocas nueces

Hoy leí que la consumación de la Independencia fue celebrada en 1821 con desfiles de carros alegóricos y fuegos piroténicos, y que el evento generó tanto entusiasmo en los políticos e intelectuales que no podían hacer más que elaborar todo tipo de planes para asegurar la prosperidad del país. La emoción fue tal que se olvidaron de revisar y tomar en cuenta la penosa situación económica, política y social que privaba en el territorio. Esta lectura me hizo pensar en el humor festivo, que con tanta frecuencia es mencionado como una virtud muy mexicana, pero que podría ser también la explicación de varios de nuestros fracasos. En esta semana bicentenaria, no puedo evitar comparar los festejos de hace 200 años con los actuales. No es que esté mal celebrar, es que la fiesta dura sólo una noche. ¿Y luego? ¿Qué hacemos con todos los problemas de educación, narcoguerra, empleo, violencia, inseguridad...? Ojalá que en los periódicos o equivalente que haya en 100 años no sea contada la misma historia: el magno festejo de un evento pasado en una época en la que no se alcanzó a comprender el contexto presente, rumbo a un mejor futuro.

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