Hoy, mientras esperaba para registrarme en el vuelo de Los Ángeles a la Ciudad de México conocí a Alicia, sabia y exitosa como pocas. Es una mujer originaria de la sierra oaxaqueña que vive hace 20 años en la capital de California y mantiene a sus dos hijas -de 18 y 20 años- vendiendo delicias de su tierra como tamales y tortillas. Solía regresar a su pueblo cada año, hasta hace 6, cuando perdió a su hijo. Sus ventas cayeron en picada tanto como su ánimo, que tuvo que ser rescatado por ella misma para 'sacar adelante a las niñas'.
Alicia aparenta 65 años, tiene diez menos y se siente de 20; dice que el trabajo la mantiene joven y que mientras sus vecinas ven la tele, ella piensa cómo organizará su siguiente jornada, pero tampoco se presiona de más, mejor aplica una filosofía vital de una sabiduría que se repitió en mi cabeza durante todo el vuelo: el día es para pensar y la noche para dormir. Alicia debe poder hacerlo muy tranquila, sabiendo que su hija mayor empieza ya a estudiar negocios y la menor quiere ser abogada. En dos décadas de esfuerzo, les ha regalado el progreso y oportunidades que en su pueblo natal -en donde les cambiaron el servicio de agua por su voto priista- pudieron no alcanzar en toda una vida. ¿Cuántos años lleva Oaxaca en el 'top five' de estados pobres del País y cuántos sitios ha avanzado?
Un relato sencillo que retrata la realidad de México y de la población que tiene que migrar, pero que realmente quiere salir adelante. Extraordinaria lección. Ahora esperemos que Oaxaca pronto salga del top five de estados pobres y que el resto del País no cambie su voto por espejismos.
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